Asegurarse los mejores chistes y sobre todo la última línea del episodio final en una de las series más exitosas de la historia es un privilegio que solo podría concederse a un gran comediante. Matthew Perry sin dudas lo era. Lo sabían los responsables de Friends, convencidos de que era el más capaz de todos para pronunciar frente a las cámaras los mejores remates cómicos de cada episodio. Y lo supo enseguida el público, que se enamoró tanto de sus ocurrencias que a partir de ese momento el actor dejó para siempre de tener el nombre de su documento de identidad. Para todo el mundo, Perry pasó a llamarse Chandler Bing. Y así quedará para siempre en nuestra memoria.
El nombre real del actor reapareció de la peor manera. La fría información policial consignó que su cuerpo había sido hallado sin vida en la tarde del sábado dentro del jacuzzi que tenía en su casa de Los Angeles. Perry tenía 54 años. De nada sirvieron, después de los llamados de auxilio, todos los trabajos que se hicieron para reanimarlo. Las primeras informaciones (fue el portal TMZ el más rápido en dar la triste noticia) hablaron de un aparente ataque cardíaco. Una investigación policial y judicial se puso inmediatamente en marcha mientras algunos medios destacaban el hecho de que no se habrían encontrado drogas en el lugar. Esta mención no podía faltar de ningún modo en el momento final de una estrella que tuvo en sus manos un triunfo y una derrota sin límites. Cuando había alcanzado con creces su sueño de ser famoso y multimillonario empezó (o más bien profundizó) un camino de autodestrucción que por algún tipo de milagro no terminó antes de la peor manera.
Asegurarse los mejores chistes y sobre todo la última línea del episodio final en una de las series más exitosas de la historia es un privilegio que solo podría concederse a un gran comediante. Matthew Perry sin dudas lo era. Lo sabían los responsables de Friends, convencidos de que era el más capaz de todos para pronunciar frente a las cámaras los mejores remates cómicos de cada episodio. Y lo supo enseguida el público, que se enamoró tanto de sus ocurrencias que a partir de ese momento el actor dejó para siempre de tener el nombre de su documento de identidad. Para todo el mundo, Perry pasó a llamarse Chandler Bing. Y así quedará para siempre en nuestra memoria.
El nombre real del actor reapareció de la peor manera. La fría información policial consignó que su cuerpo había sido hallado sin vida en la tarde del sábado dentro del jacuzzi que tenía en su casa de Los Angeles. Perry tenía 54 años. De nada sirvieron, después de los llamados de auxilio, todos los trabajos que se hicieron para reanimarlo. Las primeras informaciones (fue el portal TMZ el más rápido en dar la triste noticia) hablaron de un aparente ataque cardíaco. Una investigación policial y judicial se puso inmediatamente en marcha mientras algunos medios destacaban el hecho de que no se habrían encontrado drogas en el lugar. Esta mención no podía faltar de ningún modo en el momento final de una estrella que tuvo en sus manos un triunfo y una derrota sin límites. Cuando había alcanzado con creces su sueño de ser famoso y multimillonario empezó (o más bien profundizó) un camino de autodestrucción que por algún tipo de milagro no terminó antes de la peor manera.
El paso por este mundo de Matthew Langford Perry se resume en dos episodios, desde los cuales cobra sentido todo lo demás. De un lado, el colosal reconocimiento del personaje que construyó para Friends, tan poderoso y carismático que jamás pudo encontrar en el resto de su carrera algo que se le acercara o pareciera. Del otro, el sometimiento voluntario de su conciencia a una sucesión asombrosa y casi inconcebible (por su duración y sus alcances) de adicciones. El consumo a granel de alcohol, pastillas y todo tipo de drogas lo llevó, por ejemplo, a reconocer que había borrado casi completamente de su memoria las tres últimas temporadas de la serie que lo consagró definitivamente. Todo ese largo y casi interminable viaje hacia el infierno fue reseñado y resumido por Perry en un revelador libro de memorias publicado en 2022, Friends, Lovers and the Big Terrible Thing. Allí no se guardó nada (ni siquiera el destrato hacia su colega Keanu Reeves) y contó con detalles espeluznantes todo lo que hizo para destrozarse a sí mismo, Era imposible, después de leerlo, creer que su narrador estaba vivo para contarlo. Empezó contando, por ejemplo, que probó el alcohol por primera vez a los 14 años y a los 18 ya bebía de manera considerable. Llegó a Friends a los 25 y después de la segunda temporada, cuando fue a Las Vegas a filmar la película Un impulsivo y loco amor, junto a Salma Hayek, sufrió un accidente de moto. Durante su convalecencia se hizo adicto al Vicodin, fármaco que le recetaron para calmar sus dolores. Llegó a tomar 55 por día.
Tan fuerte llegó a ser esa dependencia que a partir de ese momento no paró de fingir dolores y supuestas enfermedades para lograr recetas y seguir acumulando pastillas. Estuvo en unas 6000 reuniones de Alcohólicos Anónimos, se sometió 15 veces a tratamientos de rehabilitación e hizo 65 terapias distintas de desintoxicación. De poco y nada sirvieron en la mayoría de las ocasiones los nueve millones de dólares que gastó para curarse. Esta suma de adicciones le dejó también terribles secuelas corporales. Se sometió a 14 cirugías, una de ellas en Suiza al sufrir una recaída. Contó en el libro que cuando tuvo que ser operado se le paró el corazón durante cinco minutos. Durante los desesperados trabajos de RCP para reanimarlo se le rompieron ocho costillas. Y en 2018 le explotó el colon y pasó casi dos semanas en coma y en cuidados intensivos. Los médicos llegaron a decirle en ese momento que tenía un 2 por ciento de posibilidades de sobrevivir. Allí estuvo, sin embargo, para contarlo después de varios y casi siempre vanos intentos para rescatar lo mejor de su talento, su vis cómica y su personalidad notable para hacer reír. Perry siempre fue reconocido como el dueño del verdadero espíritu cómico de Friends, una especie de gentil y amable payaso escondido detrás de los modales y la vestimenta de un típico representante de la cultura corporativa de los años 90. Chandler fue el personaje que más dificultades les presentó a Martha Kauffman y David Crane mientras estaban preparando e imaginando llevar a la TV el mundo de Friends. Los creadores de la serie reconocieron más de una vez que no le encontraban la vuelta y que tal vez estaba “mal escrito” hasta que se encontraron con Perry y enseguida se dieron cuenta de que Chandler era él y no otro.