En la farándula mexicana pocas figuras hubo como Luz Elena Ruiz Bejarano (Camargo, Chihuahua, 1936), más conocida como Lucha Villa, legendaria cantante de gran presencia y actriz de notable instinto, tenía una belleza particular que la hacía destacarse en cualquier lugar. Lucha Villa en 1981, promoviendo el filme ‘Lagunilla mi barrio’ (Cortesía AMACC)
Esto, junto con su estatura (1.75, que para el promedio mexicano la hacía una mujer usualmente más alta que sus compañeros de escena) no solo le valió ganarse el afectuoso apodo de ‘La grandota de Camargo’, también le generó una inseguridad que fue creciendo y a la larga la llevó a tener una dismorfia sobre su propio cuerpo, que la llevó a buscar remediar mediante la cosmética, lo que ella consideraba defectos físicos (sus caderas, su cintura, su peso y hasta su estatura), aunque esta inseguridad la ocultaba ante el público, mostrándose siempre como una norteña grande, echada para adelante y muy segura de sí.
Además de cantar — su primera grabación fue en 1961, ‘La media vuelta’, que años más tarde regrabó Luis Miguel— y tener temas inolvidables de grandes compositores, como Juan Gabriel, ‘Ferrusquilla’, José Alfredo Jiménez o Rubén Fuentes, como ‘No discutamos’, ‘A medias de la noche’, ‘Amanecí otra vez’, ‘Qué bonito amor’, ‘Tú a mí no me hundes’ ‘De parte de quién’ y ‘Cielo rojo‘, entre otras, que la hicieron una favorita en la radio y tener un gran seguimiento que la acompaña, incluso ahora que lleva casi veinticinco años retirada.
Por otra parte, Lucha además fue una gran estrella de cine y por mérito propio, trabajando con grandes directores como Roberto Gavaldón o Luis Alcoriza, que en 1972 la llevó a ganar el Ariel como mejor actriz por su trabajo en el clásico filme ‘Mecánica Nacional‘ en el que representaba, al lado del gran Manolo Fábregas a una abnegada madre de familia y esposa de un mecánico machista e ignorante que la humilla,
Esto, junto con su estatura (1.75, que para el promedio mexicano la hacía una mujer usualmente más alta que sus compañeros de escena) no solo le valió ganarse el afectuoso apodo de ‘La grandota de Camargo’, también le generó una inseguridad que fue creciendo y a la larga la llevó a tener una dismorfia sobre su propio cuerpo, que la llevó a buscar remediar mediante la cosmética, lo que ella consideraba defectos físicos (sus caderas, su cintura, su peso y hasta su estatura), aunque esta inseguridad la ocultaba ante el público, mostrándose siempre como una norteña grande, echada para adelante y muy segura de sí.
Además de cantar — su primera grabación fue en 1961, ‘La media vuelta’, que años más tarde regrabó Luis Miguel— y tener temas inolvidables de grandes compositores, como Juan Gabriel, ‘Ferrusquilla’, José Alfredo Jiménez o Rubén Fuentes, como ‘No discutamos’, ‘A medias de la noche’, ‘Amanecí otra vez’, ‘Qué bonito amor’, ‘Tú a mí no me hundes’ ‘De parte de quién’ y ‘Cielo rojo‘, entre otras, que la hicieron una favorita en la radio y tener un gran seguimiento que la acompaña, incluso ahora que lleva casi veinticinco años retirada.
Por otra parte, Lucha además fue una gran estrella de cine y por mérito propio, trabajando con grandes directores como Roberto Gavaldón o Luis Alcoriza, que en 1972 la llevó a ganar el Ariel como mejor actriz por su trabajo en el clásico filme ‘Mecánica Nacional‘ en el que representaba, al lado del gran Manolo Fábregas a una abnegada madre de familia y esposa de un mecánico machista e ignorante que la humilla.
Su segundo Ariel le vino en 1978 por ‘El lugar sin límites‘, de Arturo Ripstein, en la que interpreó a ‘La japonesa’, como una madame que se hace de la vieja casa que le alquila como burdel al cacique del pueblo (Fernando Soler) al ganarle la apuesta de llevarse a la cama a ‘La Manuela’, el travesti homosexual personificado por Roberto Cobo ‘Calambres’, ambos en las mejores actuaciones de su vida.
Sus últimos dos filmes relevantes datan de 1993; la insólita ‘Encuentro inesperado‘ dirigida por Jaime Humberto Hermosillo donde interpreta a una diva de la canción que es cuestionada por su mucama (una formidable María Rojo), que puede o no ser su hija ilegítima; y ese mismo año se estrena la aclamada ‘Lolo’, de Francisco Athié, donde encarna a la miserable pepenadora doña Rosario, un personaje que no tenía nada qué ver con su glamour personal, ganándose el premio de la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (ACE) como mejor actriz de reparto.